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Orar con nuestras imágenes.

 

Los mosaicos del frontis de Santa Marta.

Dos mosaicos de Claudio di Girolamo nos dan la bienvenida al templo parroquial. Ambos, relatan escenas de la vida de santa Marta, como amiga y discípula del Señor. Uno se inspira en un relato de Lucas y el otro en Juan. Ambos nos dan noticias de esta familia de Betania, amiga de Jesús. Uno muestra a Jesús en casa de Marta y María y el otro, la reanimación de Lázaro.

Sobre la puerta de entrada al templo, hay un ruego a santa Marta, bajo dos ángeles que sostienen la cruz del Señor. Una clara alusión al bautismo, que nos da la entrada a la Iglesia y sella nuestra vida como seguimiento del Señor. Esta cruz se halla en correspondencia con la gran cruz al interior del templo, que preside el presbiterio sobre el altar, destacando el sentido sacrificial de la eucaristía y de toda la asamblea que celebra uniéndose a la ofrenda del Hijo.

El mosaico de la izquierda del frontis es una imagen serena. Jesús está sentado en actitud de dirigirse a Marta, quien está de pie indicando los múltiples menesteres de la casa. María, su hermana, está sentada y mirando de frente al Señor.

 

Veamos el relato evangélico en Lucas 10, 38-42:

 

En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Tal vez habría que poner como marco del relato lo que nos dice Juan: “Y Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro” (11,5). Jesús está allí en Betania, “la aldea de María y de su hermana Marta” (Jn 11,1), ubicada en la falda oriental del Monte de los Olivos, a unos 2,5 km al este de Jerusalén. Betania significa “casa de Dios” (Mt 21,17; Mc 11,1, 11, 12).

 

De Marta se dice que es ella quien da hospedaje a Jesús, es la dueña de casa. Y como tal “estaba atareada en muchos quehaceres”. Literalmente: se hallaba distraída en su mucha diakonia. Marta está dispersa en su servicio. Lo que es propio de quien lleva una casa, siempre hay algo qué hacer. La cuestión es que el servicio de la casa nos dispersa interiormente. Muchas veces nos encontramos comidos por tanto quehaceres: “te preocupas y te agitas por muchas cosas”. Jesús se dirige precisamente a la ansiedad y a la preocupación de las muchas cosas por hacer. Esta preocupación excesiva lleva a Marta a sentirse abandonada por su hermana, siente que ella debería hallarse comprometida con su servicio. Incluso el mismo maestro debiera involucrarse: Señor, ¿no te importa…?

En contraste con esta ansiedad estresante se encuentra María, sentada a los pies del Señor y escuchando su palabra. Está en silencio y concentrada en aquello que el mismo Señor llama: “lo único necesario”, que es preciso saber elegir; parte que nada le quitará. Como indicando que somos aquello que elegimos.

¿Cuál es la buena nueva para Marta? La tarea del discernimiento que lleva a la elección de lo único necesario. Se trata entonces de una liberación de su estrés. Ella puede elegir y no ser dispersada y hecha prisionera por el quehacer abrumador.

El mosaico del lado izquierdo del frontis es una imagen dramática y llena de movimiento, se trata de la reanimación de Lázaro. Allí están sus hermanas Marta y María. El relato es de Jn 11,17: “Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro”.

 

El carácter activo de Marta aparece nuevamente en contraste con la pasividad de su hermana: “Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa” (11,20). Y su manera típica de hablar con Jesús: “21Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» 23Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» 24 Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» 25 Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» 27 Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.» 28 Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama.» 29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde él."

También se nota su mentalidad práctica y concreta: 11,38: Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. 39.Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día.»"

En la escena del mosaico, ya se ha quitado la piedra del sepulcro y Jesús ha orado a su Padre: “41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. 42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.»

 

Se retrata entonces el momento en que Jesús reanima a Lázaro con una orden: “Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!»” (11,43). Se ve en la escena la mano de Jesús, como una mano creadora, que se dirige a Lázaro todavía envuelto en las vendas mortuorias. María a su lado y Marta con los brazos extendidos hacia el cielo, llena de admiración y alabanza. En presencia de Jesús despunta la vida, como lo dijo el papa Juan Pablo II en el estadio nacional. Una escena conmovedora que sintetiza tantas preocupaciones vitales para una familia atípica, no hay padre ni madre mencionados. Tal vez es Marta la que se ha hecho cargo de sus hermanos, siendo Lázaro el más débil de los tres. Jesús ama esta familia. Lo vemos llorar por Lázaro. Pero en el diálogo con Marta, Jesús se ha revelado en una expresión que acompaña, hasta el día de hoy, nuestra propia experiencia de la muerte de los seres queridos: “Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26.y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (11,25-26).

Al interior de ambas escenas está el discipulado, la escucha creyente de la Palabra de Dios lleva a la vida. Ahora Marta escucha personalmente al Maestro: “¿Crees esto? 27Le dice ella: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo”.

Podemos ahora detenernos ante el frontis de nuestra parroquia y orar, dejándonos interpretar por estas escenas discipulares, bajo la intercesión siempre viva de Marta, María y Lázaro. Al entrar y salir del templo, se nos ha invitado a vivir en Betania, como un ideal de la vida cristiana de todos los días. Cultivar la amistad con el Señor en la casa y en las actividades orientadas por su presencia; escuchar su Palabra  y celebrar el gozo de la vida eterna.

Meditación del Papa Francisco

¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál es esa cosa sola que necesitamos? Ante todo, es importante comprender que no se trata de la contraposición entre dos actitudes: la escucha de la Palabra del Señor, la contemplación, y el servicio concreto al prójimo. No son dos actitudes contrapuestas, sino, al contrario, son dos aspectos, ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que nunca se han de separar, sino vivir en profunda unidad y armonía. Pero entonces, ¿por qué Marta recibe la reprensión, si bien hecha con dulzura? Porque consideró esencial sólo lo que estaba haciendo, es decir, estaba demasiado absorbida y preocupada por las cosas que había que “hacer”. En un cristiano, las obras de servicio y de caridad nunca están separadas de la fuente principal de cada acción nuestra: es decir, la escucha de la Palabra del Señor, el estar —como María— a los pies de Jesús, con la actitud del discípulo. Y por esto es que se reprende a Marta. (S.S. Francisco, 21 de julio 2013).

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